La herida invisible del lazo roto
En tiempos donde la conexión parece medirse por la cantidad de notificaciones recibidas, algo más profundo se deshilacha. Las relaciones entre las personas ya no encuentran su fundamento en el encuentro con el otro como alteridad, sino en vínculos funcionales, fugaces, donde el deseo queda silenciado por la lógica de la inmediatez. El lazo se vuelve transacción, y lo común ya no hace trama. Cuando se diluye el tejido que sostiene lo colectivo, lo que queda es un sujeto confrontado a un vacío imposible de nombrar. No se trata simplemente de soledad, sino de una fractura más íntima: la imposibilidad de construir sentido con otro, de inscribirse en una historia compartida. En lugar de palabras, se ofrecen diagnósticos; en lugar de escucha, algoritmos; en lugar de comunidad, perfiles. Esta disolución del lazo no es sin consecuencias. Aparecen síntomas que ya no pueden pensarse solo en términos individuales: malestares que no encuentran palabras, angustias sin objeto, cuerpos qu...