Disautonomia: un cuerpo que no se puede nombrar

Hay cuerpos que se desestabilizan.
Que se aceleran sin causa visible.
Que tiemblan, se nublan, se desconectan.
Que no responden a lo habitual, ni a lo que se espera de ellos.

Y entonces llega el diagnóstico fácil.
"Ansiedad"
O “crisis de pánico”.
Y el cuerpo se vuelve sospechoso.
Otra vez.

Pero hay veces en que no es eso.
Hay veces en que no es solo lo psíquico lo que se manifiesta,
sino un sistema nervioso autónomo que pierde regulación.
Una disautonomía.

Es un cuadro difícil de nombrar,
porque no tiene un marcador único.
Porque los síntomas se solapan con lo emocional.
Porque la clínica suele correr hacia el eje psicológico cuando no encuentra "causas" médicas.

Pero la disautonomía no es un efecto de la ansiedad.
Ni una consecuencia emocional.
Es una condición orgánica que puede coexistir con lo psíquico,
pero no debe ser confundida con él.

El diagnóstico diferencial es una herramienta ética.
Y es también un modo de respetar el sufrimiento.
Porque no todo se trata con terapia.
No todo se calma con palabras.
Y a veces el cuerpo necesita otra cosa:
ser escuchado en su lenguaje.
Con sus tiempos.
Y con una mirada que no reduzca.

Hay que dejar de patologizar lo que no se entiende.
Y empezar a discernir con cuidado.
Para que el nombre que se le ponga al malestar
no agrave lo que ya duele.
Lic. Constanza Depetris 

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