El mandato invisible y lo actual: el impacto en lo cotidiano


En la clínica contemporánea, el superyó no se presenta como un mandato moralizador ligado exclusivamente a la figura del padre o la ley simbólica. Hoy, sus formas son múltiples, a veces más sutiles, a veces más feroces.

El imperativo superyoico actual no es tanto “no gozarás”, sino “debes gozar”: ser feliz, productivo, pleno, sano, exitoso, resiliente. El sujeto contemporáneo vive interpelado por discursos que lo empujan constantemente a rendir más, a optimizarse, a mostrarse. Este mandato incansable genera sufrimiento, ansiedad y culpa: no alcanzar eso que se espera de uno, aunque no se sepa bien qué es ni quién lo espera.

El superyó se infiltra en lo cotidiano bajo formas como:

La exigencia constante de “estar bien”.

El juicio interno que invalida el descanso, el error o la tristeza.

La comparación permanente con los otros (magnificada por las redes sociales).

El empuje a sostener vínculos “positivos”, aunque sean falsos o dañinos.


Freud describió al superyó como severo, cruel, poco realista. Lacan lo tradujo como una instancia que ordena gozar, lo cual nos lleva a pensar que su actualización en el siglo XXI no es solo una reformulación, sino una intensificación.

En este contexto, la función del análisis —o del pensamiento crítico— es poder localizar estas formas, hacerlas conscientes y desarticularlas. No para destruir al superyó (lo cual es imposible), sino para devolverle al sujeto una posición deseante, no meramente obediente o culpable.
Lic. Constanza Depetris 

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