Anticiparse a todo
Vivimos corriendo detrás de un tiempo que nunca alcanza. Como si no bastara con responder a las exigencias diarias, ahora también hay que anticiparse. Prever. Predecir. Prevenir. Estar un paso adelante. Resolver antes de que algo ocurra. Como si eso evitara el dolor, la angustia, el caos. Como si pudiéramos tener todo bajo control.
Pero ese intento de estar por delante del presente, muchas veces, se vuelve una forma de desconectarse de él. Nos quita espontaneidad, nos roba el registro del cuerpo, del deseo, de lo que verdaderamente necesitamos hoy. Vivimos en un estado de hipervigilancia emocional, esperando el golpe, la pérdida, la desilusión… y así, sin darnos cuenta, estamos ya golpeados, perdidos, desilusionados.
La anticipación se disfraza de responsabilidad, de madurez, incluso de amor. Pero cuando se vuelve excesiva, ya no es cuidado: es ansiedad. Es un intento desesperado de controlar lo incontrolable. Y eso nos enferma. Nos agota.
No todo se puede prever. Y no todo debe anticiparse. Hay cosas que solo se comprenden cuando suceden. Hay respuestas que aparecen con la experiencia, no con el cálculo. La vida no es una estrategia. Es una vivencia. Y está ocurriendo ahora.
Tal vez, entonces, más que anticiparnos a todo, lo urgente sea reaprender a estar. Con lo que hay. Con lo que duele. Con lo que no sabemos.
Porque aunque el mundo vaya rápido, el alma sigue necesitando tiempo.
Lic. Constanza Depetris
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