Cuando el cuerpo no encaja en lo esperado: una carta abierta a quienes diagnostican ansiedad
Hay algo que me sigue llamando la atención en la práctica clínica.
Una y otra vez, escucho lo mismo en pacientes que llegan después de largos recorridos:
"Me dijeron que era ansiedad."
"Me hicieron todos los estudios y como no salió nada, me derivaron al psiquiatra."
"Me dieron clonazepam y me mandaron a casa."
No escribo esto desde el enojo.
Lo escribo desde una clínica compartida.
Desde el respeto por quienes ejercen la medicina con intención de aliviar.
Y también, desde la preocupación por los diagnósticos que se adelantan…
cuando el cuerpo todavía no fue escuchado del todo.
Muchos cuadros de disautonomía —POTS, síncopes, intolerancia ortostática, entre otros— se manifiestan con síntomas que parecen emocionales: taquicardia, temblores, sensación de ahogo, visión borrosa, confusión mental, presíncope.
Parecen ansiedad.
Pero no lo son.
O no siempre.
Y cuando lo fisiológico se descarta demasiado pronto, se produce un desplazamiento peligroso:
El sufrimiento se vuelve “psicológico por descarte”.
Y lo que es un cuadro neurológico o autonómico queda encapsulado en una etiqueta emocional que no lo explica, no lo calma, y muchas veces lo agrava.
No todo lo que parece ansiedad lo es.
El cuerpo tiene su lenguaje.
Y el sistema nervioso autónomo puede fallar sin dejar huellas visibles en estudios de rutina.
No es necesario que todos conozcan en profundidad estas condiciones.
Pero sí es fundamental que puedan dudar.
Que sostengan la pregunta abierta.
Que no cierren el caso solo porque los análisis dan bien.
Porque cuando un profesional se valida demasiado rápido en su certeza, puede invalidar la experiencia del otro.
No se trata de enfrentamientos entre disciplinas.
Ni de quitar lugar a la salud mental.
Se trata de mirar con complejidad lo que se presenta como simple.
De no reducir a ansiedad lo que todavía no fue comprendido.
La diferencia entre un diagnóstico acertado y uno equivocado puede cambiar una vida entera.
Y a veces, el gesto más clínico es ese:
esperar un poco más antes de nombrar.
Lic. Constanza Depetris
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