La soledad que elegimos… y la que no


Hay una soledad que llega sin que la llames.
Y otra que vos misma abrís la puerta porque ya no querés más ruido.

A veces estás sola porque la vida se volvió demasiado falsa,
y preferís el silencio antes que seguir actuando.

Y no es fácil.
Porque estar sola tiene mala prensa.
Como si significara que algo en vos está roto.
Como si se necesitara estar con alguien todo el tiempo
para valer más, para sentirte viva, para no incomodar.

Pero hay algo en esa soledad que no miente.
Que te muestra sin maquillaje.
Que te devuelve el eco de tu propia voz,
aunque al principio no te guste lo que dice.

A veces la soledad no es vacío.
Es limpieza.

Es sacar todo lo que pesa.
Todo lo que dolía pero no sabías cómo nombrar.
Todo lo que venías cargando por costumbre, por miedo, por amor mal entendido.

Hay días en que te va a doler.
Mucho.
Vas a querer volver atrás.
Vas a mirar el celular como si pudiera traerte un milagro.
Y no va a pasar nada.

Y justo ahí, cuando no pase nada,
va a empezar a pasar algo adentro.

Un deseo pequeño.
Una certeza nueva.
Una palabra que ahora sí se anima a salir.

Y entonces entendés que no estás sola porque nadie te quiere.
Estás sola porque por fin dejaste de estar donde no te escuchaban.

Y en esa calma rara,
en esa noche sin promesas,
hay algo que crece.

Algo tuyo.
Algo verdadero.
Lic. Constanza Depetris 

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