El duelo es un trabajo del alma



Cuando alguien o algo muy importante para nosotros se va —una persona, una relación, una etapa de la vida—, no sólo lo perdemos afuera, también algo adentro nuestro cambia. Es como si una parte de nosotros tuviera que reconocer, poco a poco, que eso ya no está.

Ese proceso no es instantáneo. No alcanza con entenderlo con la cabeza. El alma necesita tiempo. Y en ese tiempo, aparece el dolor. Un dolor que no se elige, que se impone, y que nos ocupa por dentro. Es como si tuviéramos que ir retirando pedacito por pedacito el amor, los recuerdos, los planes compartidos. Eso es el duelo: un trabajo invisible que hace el corazón para aceptar la pérdida.

Durante el duelo, todo se vuelve más lento. Nos cuesta disfrutar, concentrarnos, tener interés por otras cosas. Es que mucha de nuestra energía está dedicada a despedirnos, aunque no siempre se note.

Lo más importante es entender que eso no es un error ni una enfermedad. Es un proceso humano. Y aunque duela, es la manera en que la vida nos permite soltar, para poder, en algún momento, volver a estar disponibles para el mundo y para el amor.
Porque el duelo no borra lo perdido, pero sí abre espacio para que algo nuevo, alguna vez, tenga lugar.
Lic. Constanza Depetris 

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