VIOLENCIA QUE NO PARECE VIOLENCIA



Cuando se habla de violencia hacia los niños, muchos piensan en golpes, gritos o abandono.
Pero hay otras formas, más sutiles, más socialmente aceptadas, que también hieren.
Y que muchas veces se repiten generación tras generación sin cuestionamiento.

Se hiere a un niño cuando se lo expone.
Cuando se lo ridiculiza delante de otros.
Cuando se le exige que entienda cosas de adultos.
Cuando se lo hace responsable del estado emocional de sus padres.

Se violenta a un niño cuando se lo calla todo el tiempo.
Cuando no se le explica lo que pasa.
Cuando se decide por él como si no sintiera.
Cuando se lo nombra con etiquetas: "caprichoso", "dramática", "desobediente".

Se lastima a un niño cuando no se lo ve como un sujeto, sino como un objeto a moldear.
Cuando se lo compara.
Cuando se le impide equivocarse.
Cuando se le niega el derecho a decir que no.

Y también hay violencia en lo que falta:
La ausencia, el desinterés, la frialdad.
La distancia afectiva que congela.
El desborde emocional del adulto que no se regula.
La invasión constante en nombre del “cuidado”.

No hay infancia sin marcas.
Pero hay marcas que se pueden evitar.

No se trata de criar sin errores. Eso es imposible.
Se trata de ver al niño como alguien que está siendo.
Alguien que no nos pertenece.
Alguien a quien acompañar, no dominar.

Porque lo que hacemos con ellos hoy…
Mañana será su manera de amar, de hablarse, de confiar o de defenderse del mundo.
Lic. Constanza Depetris 

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